De tiempo en tiempo me lamento de la escasa presencia de la arqueología española en América. Sigo sin entender el porqué las autoridades competentes (Ministerios de Educación, Ciencia, Cultura y Asuntos Exteriores) prestan tan nula atención a estos asuntos que podrían ser una vía excelente para encauzar una corriente de cooperación con los paises de nuestro ámbito lingüístico y cultural. A nadie parece importarle un pimiento si hay misiones con arqueólogos o antropólogos por esas entrañables tierras que formaron parte de la Historia de España durante trescientos años, y que se supone, a tenor de la retórica oficial, que son área prioritaria para nuestra acción diplomática. Nada, pura palabrería, al menos ésa es mi sensación en lo que yo conozco y escucho. Que yo sepa, en el momento presente sólo hay una Misión arqueológica española de cierta entidad, la que trabaja desde hace años en el sitio de La Blanca, en el Departamento de El Petén, en Guatemala. Y Allí beneméritos investigadores de las Universidades de Valencia se baten contra las muchas dificultades, económicas, burocráticas, medioambientales, logísticas, para obtener nueva información sobre los mayas que poblaban la región a finales del período Clásico (ca. 800-1000 d.C.). Una tarea que merece todo el respeto de los profesionales, y desde luego la colaboración de los responsables de los dos lados del Atlántico. Además, son muchos los datos que van saliendo de las excavaciones de La Blanca y que ya han sido publicados en la serie del Proyecto, y algunos nuevos y muy importantes en lo que atañe a temas como la arquitectura, el urbanismo o los grafitos.
Proyectos de esta calidad deberían estar vigentes en otras zonas de América, en los Andes, por ejemplo, donde los arqueólogos españoles estuvieron presentes entre 1968 y 1980, o en las Antillas, o en Argentina, y ¿por qué no? en Estados Unidos o Canadá. Amplitud de miras, generosidad, visión de futuro, sensatez, todo eso es lo que piden los arqueólogos americanistas españoles a los políticos que deciden sobre tales cuestiones. Mi experiencia de muchos años me indica que ésa es una inversión muy rentable, y que la huella dejada por el trabajo español es visible, perdurable e indeleble.
lunes, 22 de noviembre de 2010
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