¿Qué se dicen los mayas de esta vasija?

¿Qué se dicen los mayas de esta vasija?

miércoles, 27 de abril de 2011

Muchas gracias, Pilar

Pilar hace un comentario desde Sevilla. Me gusta mucho ese comentario porque incide en algo que llevo predicando muchos años, de nada sirve el hacer, el saber, el practicar, si no somos capaces de aderezarlo con entusiasmo, con curiosidad infinita y perenne, con pasión. Estoy convencido de que no nacemos para sufrir, nacemos para sacar del mundo y de nosotros lo mejor, lo que nos haga más dichosos, y la profesión, el trabajo de cada día durante muchos días, es la vía principal -y a veces la única- para lograr esas satisfacciones. Compadezco a quien dedica toda su existencia a tareas que le resultan desagradables e incluso aborrecibles; claro que en ocasiones no hay otro remedio, o en otras ocasiones las personas no saben lo que de verdad quieren, no se deciden o son cobardes a la hora de elegir los caminos más arriesgados e impredecibles. Pero cuando se barrunta un amor, próximo o lejano, cuando se sospecha que en tal ocupación o profesión uno estaría bien, uno estaría "realizado", como se decía antes, entonces vale la pena cualquier sacrificio y cualquier peligro para conseguir esa meta. Y no hay prisa, se puede lograr a cualquier edad, en cualquier momento. Lo que importa es que al llegar a la vejez se pueda mirar atrás y sentir complacencia y satisfacción por la vida que se ha vivido. Muchas gracias, Pilar, por su comentario y por sentir así.

miércoles, 13 de abril de 2011

Palabras, palabras, palabras.

Por mi edad y formación yo soy persona de palabras. Cuando inicié mi carrera en la Universidad lo que verdaderamente contaba era la llamada "clase magistral", en la que un "maestro" experto en la materia, desgranaba sus ideas respecto a un tema particular. La calidad de su dicción, su elocuencia, sus maneras, la profundidad del pensamiento expresado, le calificaban como bueno o malo. Se proyectaban en ciertas carreras algunas filminas, diapositivas, transparencias, con arcaicos aparatos manuales. El resto lo hacían los libros, la lectura, se leía mucho, tanto "libros de texto", manuales, ensayos, como abundante literatura de diversa clase. Todo ello nos preparaba intelectualmente y, supuestamente, también para ejercer la profesión elegida. Hoy las cosas han cambiado muchísimo. En las aulas hay ordenadores y todo se hace a través de los power point, los estudiantes apenas leen libros, manejan Google, y, desde luego, ha desaparecido casi por completo la figura del maestro de verbo fácil y preciso y, a veces, audaz, original, innovador y comprometido. Ya no hay pugnas entre esos ilustres maestros defensores de teorías enfrentadas, ya no hay pasión en los oyentes de unos y de otros, no se llenan las aulas de seguidores y detractores, sino de muchachos que pretenden solamente sacar el curso de la forma más cómoda y rápida. Y aquello que se llamaba "vocación", tendencia irresistible que se despertaba en la adolescencia y que nos conducía a una determinada facultad universitaria y no a otras, es una rareza en vías de extinción. ¿Estamos mejor o peor? Habrá que analizar paso a paso los diferentes factores implicados para poder responder a esa pregunta.