¿Qué se dicen los mayas de esta vasija?

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jueves, 24 de julio de 2014

¿Para qué sirve escribir?

Si hago un recorrido rápido en mi ya no tan lúcida memoria veo que mi vida ha tenido como momentos culminantes aquellos en los que he estado en el campo excavando y los que me sorprendieron en mi mesa de trabajo urdiendo un artículo o un libro. Por supuesto, quedan como relámpagos gloriosos ciertos conciertos de música, una docena de óperas, una veintena de exposiciones de pintura y las pisadas sobre cuatro o cinco ciudades y lugares que han alimentado mi fantasía desde que tengo uso de razón. Y el cine, a menudo, sin embargo, bastante horrendo. Una buena vida, pues, un balance claramente positivo, ya que he excavado mucho y he escrito mucho. Deduzco que escribir es un acto de autoafirmación, de desahogo, de realización personal, de ejercicio intelectual placentero, tanto si escribes de arqueología o matemáticas como si haces estrictamente literatura. Es probable que, después de diez mil años de tales prácticas escriturarias, escribir haya pasado a ser algo semejante a un instinto básico acurrucado en cualquier ignoto gen; no todo el mundo logra despertarlo, o saca de él tanto partido, pero quien lo ejecuta, quien lo pone sobre los días y las noches, es ya un adicto irremediable. No es importante que te lean, aunque eso halaga nuestro ego, cosa siempre apetecible e incluso saludable. Por eso yo animo siempre a mis lectores a que me digan qué les ha parecido mi escritura, por ejemplo, últimamente las tres novelas de Alianza. Sean buenas o malas, las reseñas o críticas son invariablemente piropos a los escritores.