martes, 6 de enero de 2009
mayas y egipcios I
Desde que empecé a estudiar a los antiguos mayas, hace ya muchos años, me impresionó profundamente la gran cantidad de semejanzas que presentaba aquella cultura centroamericana con la de los egipcios de la época faraónica. Desde luego, tal sensación no era ninguna novedad, muchos investigadores de la arqueología y la historia del arte habían manifestado en repetidas ocasiones que debía existir un nexo de alguna clase entre ambas sociedades. Rechazadas por improbables las hipótesis que defendían un contacto físico a través del Atlántico, quedaba otra posibilidad, la que los antropólogos apreciaban en ciertas situaciones de evolución cultural, y que se podría enunciar de esta manera: dos culturas, no importa que estén muy alejadas en el tiempo y en el espacio, pueden elaborar respuestas muy parecidas a problemas y retos sociales o medioambientales siempre que las circunstancias generales lo favorezcan. Es decir, que los egipcios, constreñidos por un medio desértico y hostil, dependiendo del Nilo para su supervivencia, y los mayas, habitantes de una selva inhóspita y con graves limitaciones en su desarrollo, encontraron en instituciones, costumbres y símbolos, de gran similitud, las fórmulas apropiadas para asegurar su existencia perdurable.
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