¿Qué se dicen los mayas de esta vasija?

¿Qué se dicen los mayas de esta vasija?

domingo, 27 de julio de 2008

¿Quiénes son los mayas?

Cuando se pasa un cierto tiempo en el altiplano de Guatemala o de Chiapas se llega a la convicción de que se ha conocido a la cultura maya. Los mayas pueblan estas regiones y sus tradiciones perviven con una fuerza asombrosa si se tienen en cuenta los factores negativos que han incidido sobre ellos desde la conquista hasta la actualidad. Pero los arqueólogos nos referimos casi siempre a los mayas que construyeron la espléndida civilización que se extendió por los actuales estados mexicanos de Campeche, Yucatán, Quintana Roo, parte de Tabasco, parte de Chiapas, el departamento guatemalteco de El Petén y, en menor medida, el de Izabal, la república de Belice y una estrecha franja del noroeste de Honduras. Esa civilización empezó hacia el 500 antes de Cristo y desapareció definitivamente en 1697. Por tanto, aunque los mayas de los Altos de Guatemala, o los tzotziles y tzeltales de Chiapas, sean ciertamente mayas, sus territorios modernos no pertenecen al área de la civilización maya, y su cultura tradicional está emparentada con la de esa civilización pero no es descendiente directa de ella. Hay que reconocer, pues, que con la palabra mayas nos podemos referir a los hablantes de alguna lengua maya o a los que edificaron las pirámides de Tikal, y se debe precisar en cada caso de qué mayas estamos hablando. Lo mismo sucede, desde luego, si decimos "romanos", porque muchos pensarían en seguida en las ricas pizzas del Trastévere y otros en el teatro de Mérida, y no son contextos iguales ni en sentido cultural ni histórico.

martes, 22 de julio de 2008

Los mayas del altiplano

Aquellos años en Quetzaltenango fueron fructíferos, no sólo porque las excavaciones en Salcajá dieron resultados de gran interés, sino por la estrecha convivencia con los mayas. En el altiplano de Guatemala y de Chiapas se concentran la mayor parte de las subetnias mayas de hoy, y el mayor número de idiomas mayances todavía hablados. Nombres sonoros, como quichés, cakchiqueles, tzutujiles, tojolabales, ixiles, mames, quekchíes, pokomchíes, hacen referencia a gentes que han conservado la tradición prehispánica en muchos de sus hábitos de vida, y no es raro ver a algunos indígenas haciendo ofrendas a sus dioses ancestrales, o tejiendo o cultivando como lo hicieron sus antepasados hace quince o veinte siglos.
Algunas noches, terminado el trabajo, nos subíamos al jeep y partíamos camino del océano Pacífico, de la costa, del pueblo de Champerico, distante algo más de 50 kilómetros. Una bajada fortísima, porque se pasaba en una hora de 2200 metros de altitud al nivel del mar. Los camarones de Champerico nos tenían fascinados, y esas gambas con rica cerveza valían sobradamente el esfuerzo. Un esfuerzo que entrañaba ciertos riesgos, pues a veces las formidables tormentas tropicales de verano sembraban el camino con centenares de rayos, en un espectáculo dantesco que podía tensar los nervios del aventurero más pintado

miércoles, 16 de julio de 2008

Quetzaltenango

Después de sopesar las ventajas y los inconvenientes, la Misión Española decidió iniciar un Proyecto de investigaciones arqueológicas y etnológicas en el valle del río Samalá, en el altiplano y la llanura costera del Pacífico de Guatemala. Además de interdisciplinar, el Proyecto trataba de estudiar las relaciones entre los dos ecosistemas, excavando varios sitios en diferentes altitudes. El campamento se estableció en la ciudad de Quetzaltenango, Xelahuh en el quiché de la región, y Xela para los entendidos en la materia. Una preciosa ciudad en la que hay casas muy interesantes construidas cuando el auge del comercio de café y cacao proporcionó pingües beneficios a la burquesía local. Incluso hay un edificio conmemorativo-religioso (?) dedicado por un dictador del país a una divinidad griega. En fin, otra anécdota jugosa es el apelativo que vimos utilizado por los habitantes de un pueblito llamado La Democracia, no lejos de Quetzaltenango, para referirse a su paraje: "el ombligo del mundo". Pero el sitio era tranquilo y acogedor y nos propusimos pasar allí un dilatado período llenando lagunas arqueológicas del territorio. No habíamos contado con que había gente armada, una guerrilla, un ejército, y un grave conflicto que afectaba a todo el occidente del país.

lunes, 14 de julio de 2008

Ese verano en Tayasal

Los arqueólogos han discutido durante mucho tiempo sobre el emplazamiento de la que fue última ciudad maya independiente. Había información sobre esa ciudad, llamada Tayasal, gracias a un cronista español, Juan de Villagutierre, pero se dudaba si estuvo en una isla del lago Petén Itzá (departamento de El Petén, Guatemala), o en una península del mismo lago que hasta hoy conserva el nombre. Además de haber resistido a los conquistadores hasta 1697, la ciudad era célebre porque allí hizo jornada Hernán Cortés en 1525 cuando se dirigía a Honduras atravesando las selvas centroamericanas. Parte del equipo estadounidense que había excavado Tikal en un proyecto excepcional, por su duración y sus resultados, iniciaba en los setenta una exploración sistemática para resolver el problema de la localización de Tayasal, y yo tuve la suerte de ser invitado a participar. El director era William Coe, aunque no se le veía mucho en el campo, y había un guatemalteco, de nombre Amílcar Ordóñez, con el que entablé amistad, los dos hispanos en el centro de una marea de gringos. Fue una temporada muy feliz, por todo lo que pude aprender y por el contacto tan estrecho con la cultura maya, y con la selva, en la que nos perdimos una vez, susto que luego atenuamos gracias a una caja de botellas de cerveza. No se encontró Tayasal -que hoy suponemos que estuvo en la isla de Flores- pero se descubrieron varios yacimientos clásicos y postclásicos interesantes.

domingo, 13 de julio de 2008

Hacia el norte

Aunque todos estábamos entusiasmados con la arqueología ecuatoriana, yo tenía la intención de inaugurar un nuevo proyecto más hacia el norte, es decir, en el área mesoamericana. En el año 1971 había pasado medio verano con un equipo de la Universidad de Pensilvania que trabajaba en la península de Tayasal, en el Petén de Guatemala, y había entrado en contacto con una civilización que admiraba desde mucho tiempo antes, la civilización maya. Convencí al director de la Misión Española, entonces José Alcina, y en el verano de 1973 llevé adelante un largo recorrido exploratorio por tres países de Mesoamérica, México, Guatemala y Belice, a los que posteriormente añadí Honduras. Con un equipo de colaboradores hicimos multitud de visitas, reconocimientos, fotografías y excavaciones de prueba en los lugares que nos parecieron más apropiados para un proyecto de cierta duración. Las peripecias de ese viaje darían para todo un libro; ya no eran los tiempos decimonónicos de los viejos exploradores como Stephens, pero mucho de lo que ellos encontraron y sufrieron seguía inamovible en los maravillosos paisajes centroamericanos, desde los enormes mosquitos y las garrapatas hasta los caminos intransitables y las tormentas torrenciales en medio de la selva. Obviamente, tan importantes nos parecieron los restos arqueológicos como las poblaciones indígenas que todavía conservaban muchas costumbres y creencias propias de la tradición precolombina.

sábado, 12 de julio de 2008

En el Ecuador

Una visita al Ecuador en 1970 nos permitió descubrir un bellísimo país con una arqueología poco y mal conocida pero de un sorprendente interés. Nos propusimos hacer del Ecuador el terreno para un nuevo proyecto arqueológico. Durante el recorrido nos pareció que la costa norte, famosa por el yacimiento de La Tolita, del que habían salido miles de objetos de oro y platino, casi todos producto del saqueo, pero carente de investigaciones en profundidad, era el lugar ideal. En efecto, establecimos el campamento en la ciudad de Esmeraldas, en el centro de un paisaje variado con población indígena como los cayapas y población negra, predominante en la costa misma, con la intención de explorar en un radio de unos 50 kilómetros y excavar en los sitios más prometedores. El resultado fueron siete años de trabajo intenso, con excavaciones en Balao, Atacames y otros puntos, y una gran cantidad de datos que fueron publicados casi en su totalidad: varias tesis doctorales, volúmenes del Ministerio de Asuntos Exteriores, bastantes artículos y una laguna en el mapa cultural prehispánico rellenada de forma digna.
Mientras estábamos trabajando en Esmeraldas, en 1974, surgió la posibilidad de excavar de nuevo en los Andes, en Ingapirca, un sitio de la etnia cañari colonizado por los incas. Allí nos fuimos algunos miembros de la Misión Española. Ingapirca no es el edén tropical costero, está a más de 4000 metros de altitud, sin ninguna comodidad, mucho frío y durísimas condiciones de trabajo. Durante dos temporadas hicimos una buena labor, excavamos y restauramos monumentos significativos como El Castillo, descubrimos importantes tumbas y se realizó la primera tipología cerámica sistemática. Cuando el domingo llegábamos a Cuenca, la vecina ciudad, en el destartalado jeep, pasábamos horas en la bañera con agua caliente, y otras tantas sentados a la mesa del excelente restaurante del hotel.

viernes, 11 de julio de 2008

Comienzos en Perú

Los comienzos de mi actividad como arqueólogo americanista se remontan a 1968. Formé parte entonces de un equipo dirigido por D. Manuel Ballesteros Gaibrois que se proponía desarrollar un proyecto interdisciplinar de excavaciones y estudios antropológicos en la localidad de Chinchero, en la sierra peruana, no lejos de la ciudad de Cuzco. Allí estuvimos trabajando tres veranos, a más de 2700 metros de altitud. Los resultados de aquellos trabajos aparecieron en una publicación del Ministerio de Asuntos Exteriores y en varios artículos. El lugar es desde todos los puntos de vista fascinante; situado en el curso del Urubamba, en el llamado Valle Sagrado de los incas. Los palacios que investigamos fueron mandados levantar por el inca Huayna Capac en un paraje de enorme belleza. Las laderas están cubiertas por las terrazas de cultivo prehispánicas y pocos son los afloramientos rocosos que no han sido "regularizados" por aquellas industriosas gentes amantes de la piedra, canteros sobresalientes y constructores esforzados y geniales. Pero Chinchero es interesante además porque la iglesita colonial posee unas hermosas pinturas, y porque la población indígena celebra los domingos en la plaza del pueblo unos mercados de gran colorido en los cuales predomina el trueque. Mis recuerdos están vivos, fue una experiencia inolvidable: el escaso oxígeno no era impedimento para trepar por las laderas con el entusiasmo del arqueólogo neófito que descubre una poderosa civilización de ruinas colosales y misteriosas.